domingo, 18 de diciembre de 2011

Maquina de cambio

Como en los dibujos animados cuando esos nervios que revuelven la tripa y aceleran el pulso hasta que sientes como la piel se estira porque el corazón se sale del pecho. Esas ganas de vivir que hacen que los pies bailen solos. Ese grito de dolor que arde dentro. Ese ser interno que cosquillea el cuerpo de un lado a otro llenando de mariposas el estómago y provocando cortocircuitos y estallidos...

Ira, pasión, dolor, amor, cariño, sufrimiento... Emociones recortadas y reducidas hasta límites insospechados para encajar en esquemas que forman parte de una sociedad, una cultura, una educación, una vida... Restos de emociones potentes que nos muestran solo una pequeña parte de lo que son capaces de provocar físicamente... Pero están bajo control.... Tan controladas que apenas somos capaces de identificarlas... Escuálidas. En los huesos. son simplemente su esencia, pero como entes vivientes, tienen necesidades.

Un grito de dolor necesita ser gritado, sacado fuera, mostrado al mundo. Una carcajada escandalosa de sincera felicidad necesita ser expresada con sus correspondientes lágrimas mientras se patalea en el suelo... Pero no queremos verlo, no queremos vivirlo en nuestro interior. Nos límitamos a encajar en unas normas que no van, en absoluto, con nuestra naturaleza animal. no somos conscientes que debajo de nuestra ropa existe un ser vivo, un cuerpo que no tiene necesidad de pedir ningún permiso.

La vida es ese ser que corre por nuestras venas, sensible a cada movimiento de la tierra, provocando todo tipo de sensaciones y hablándonos desde la más pura naturaleza. Debemos agudizar nuestro oído interno para poder escuchar lo que nos dice. Para entender que es el cuerpo quien realmente sabe de emociones, quien reacciona a ellas de una forma instintiva y natural y quien disfruta de ellas por muy hirientes que sean. Debemos devolverle ese control salvaje por que es el cuerpo la maquina de cambio que transforma en tangibles y visibles esos sentimientos que se mantienen ocultos para aquellos que solo saben ver con los ojos...

jueves, 24 de noviembre de 2011

Ruido

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El rojo del atardecer se refleja en mis ojos. Colorea mi cara... Ahora nada más. Sólo yo

viernes, 11 de noviembre de 2011

Cicatrices

Restos de zumo en el vaso, migas de galletas, un lápiz sin punta y una goma ennegrecida por el uso. El brillo del sol atraviesa la ventana, pero él apenas se da cuenta. Una mezcla de sensaciones y olores se agolpan en su mente dejándolo absorto y bloqueando sus manos, frenando los movimientos de su lápiz.

Los recuerdos se debaten entre salir o mantenerse ocultos, en rincones profundos de la mente, para no abrir más la herida.

Sabe que podría ignorar el sufrimiento. Pasar a otra cosa. Pero poco a poco y sin ser muy consciente de ello, va tomando una decisión. Escuchar, oler, sentir y saborear de nuevo eso que le hace abstraerse. Esas palabras que han deshecho el suelo que lo sostenía. Abrir los ojos y mirar la herida. Escuchar los gritos de su corazón, dejarse llevar por las lágrimas y comprender de donde viene el dolor para adpatarse a él. Adaptarse a convivir con lo que será una futura cicatriz

Una lágrima cayó por su mejilla y luego otra y cada una de ellas se llevaba un poco de su inocencia. Esa que le hacia ilusionarse. Esa que le permitía disfrutar como un niño. Y sonrió. Entendió que eso es justo lo que no se debe dejar escapar. Que las ilusiones vivirán en él de la misma forma que la herida se convertirá en cicatriz. Se adaptarán a las formas de su cuerpo, entendiendo que esas marcas formaran parte de su vida y su anatomía.

Con una sonrisa triste aún en sus labios, se enjuagó los ojos y miró la luz del sol... Sacó punta a su lápiz y empezó a dibujar.

domingo, 9 de octubre de 2011

Con la soga al cuello.

Caminamos sin libertad y estamos tan acostumbrados a esa dominación que apenas nos damos cuenta. Creemos que controlamos nuestra vida pero ¿Quien tiene el control, los deseos o la cartera?

Una cuerda nos ata... Nos arrastra sin consultar y nosotros no solo somos víctimas, SOMOS CÓMPLICES. Nos hemos dejado llevar. A todos nos molestan las cosas que ocurren pero es mas sencillo echar la culpa a los sistemas. Y sí, son culpables pero nosotros les dimos el poder.... Hemos dejado que poco a poco nos agarren por el cuello y nos manipulen sin hacer nada por evitarlo. Somos parte del problema, pero por esa razón, podemos ser la solución.

Dependemos tanto de la economía que se nos olvidaron las cosas que poseemos. Amamos, compartimos, odiamos, reímos, escuchamos.... Podemos sufrir y disfrutar, somos capaces de observar, pensar, saborear... Tenemos nuestro cuerpo, nuestra sensibilidad, nuestra vida... Hablando de algo tan valioso como la vida, ¿es el dinero uno de nuestros valores principales? ¿Se merece la importancia que le damos? ¿Y si tratamos de ser cómplices de la solución y no del problema? Démonos cuenta de la importancia que le damos al dinero y el valor real que tiene. No dejemos que la economía nos manipule y nos arrastre... Quitemos las ataduras que rodean nuestro cuello y agarremos las riendas de nuestra vida.


Tomemos de nuevo el control empezando por ser nosotros mismos el cambio que queremos ver en el mundo.

Esta es nuestra forma de luchar.... Estas son nuestras armas

jueves, 1 de septiembre de 2011

Lo que no cuentan los cuadros de la camisa

Allí estaba guardada. Igual que siempre, con un botón de menos. Colgada en una percha al fondo del armario. Sólo cuando hacía limpieza y se deshacía de algunas cosas, la sacaba. A veces se la probaba encima de la camiseta que llevase y se miraba en el espejo. Los cuadros rojizos iban bien con su pelo liso y rubio, así que volvía a guardarla con intención de utilizarla alguna vez. Otras veces la dejaba encima de la cama durante un rato y se paraba a mirarla. La cojía y daba un par de vueltas por la casa con ella en la mano, sin saber muy bien que hacer... Pero siempre volvía a dejarla en la misma percha. En un rinconcito de su armario... En un rinconcito de su mente...
Allí estaba él. Allí estaba su recuerdo, su camisa... Nunca conseguía deshacerse de ella, a pesar del tiempo. Fue corto, pero tan intenso...
Pero esta vez no pudo evitarlo. Una maleta pequeña y un día. Cambio de trabajo y de vida... Sólo se dio cuenta cuando, en el avión, repasaba las cosas que dejaba atrás...

Había ropa de mujer en el armario. Allí no conocía a ninguna chica a la que dársela, así que, en dos veces, la sacó y la amontonó en el suelo para meterla en una caja. Encima de la cama se dejó una camisa de hombre que no había visto antes. Era de cuadros, y a él siempre le han gustado. Le faltaba un botón pero se la probó y era de su talla, así que recojió sus mangas y continuó con la mudanza. Colocó sus lienzos, sus libros, su música y la poca ropa que traía... Después de unas horas ya no había montones en el suelo. Solo quedaba el polvo de las cajas...
Apagó la música, cojió las llaves y salió. Llegó caminando a un lago que había cerca y se sentó en un banco. Se quitó la camisa y la dejó a un lado por que el sol aún calentaba, y tomó aire... Pasó horas y horas viendo sin ver, escuchando nada más que a su corazón. Sabiendo que tenia fuerzas y ganas de hacerlo... Era joven y tenia muchos lienzos en blanco, así que, absorto en sus pensamientos, se levantó y echó a andar de vuelta a casa con sus nuevas llaves en la mano...


Se sentó frente al lago en el banco de siempre. Necesitaba la tranquilidad que encontraba allí. no tenia trabajo, no tenia dinero y estaba deprimido... Se pasó la mano por el pelo que ya encanecia. Empezaba a desesperarse. Respiró profundamente...A su lado, había una camisa de cuadros rojos. estaba bien cuidada y se le ocurrió algo... Decidió que ya se desesperaria si no funcionaba la idea que acababa de tener. Se levantó y, con la camisa en la mano, fue a ver a su mujer.


Comimos en un sitio barato pero bonito y cuando acabamos, nos dimos un paseo por nuestras calles favoritas. Entre cotilleos, confesiones y risas, entramos en una tienda nueva. El hombre que la atendía, colocaba el escaparate con mucho mimo, pero levantó la mirada para saludarnos. Tenia el pelo canoso y una sonrisa sincera.
Rápidamente me llamó la atención una camisa de cuadros de hombre y no pude salir de la tienda sin ella...


Ahora me acoje calurosamente, protegiéndome del aire acondicionado (demasiado fuerte) del tren y pienso... Y esta camisa ¿que contaría si pudiese hablar?

viernes, 29 de julio de 2011

Más que glóbulos rojos.

Años y años de trabajo. Años de experiencia en vivir. Años y años de risas, pérdidas, amor... Cuánta vida cabe en una persona mayor... Han pasado tantas infancias por sus ojos... Hijos, sobrinos, nietos... Toda una familia. Toda una creación.

Mil recuerdos. Tantos, que acumulados, algunos se esconden en los lugares mas profundos de la memoria. Los mas recientes se funden con los viejos y salen a la luz con olores, palabras, sonidos... Aun así, su memoria esta intacta. Pasa los ochenta, pero sigue recordando cada fecha que marcó su vida. Su vida y su mente vienen de un pasado. De una época diferente. Y ahora es cuando su cuerpo empieza a quedarse atrás...

Su mente ya no entiende de avances. La vida moderna le queda grande mientras él empequeñece. Pero a su alrededor, tres generaciones. Cinco mujeres con tres formas diferentes de vida y de amor que siguen desarrollándose. Esposa, hijas, nietas. Las mujeres de su vida.

Esas mujeres no dudan un segundo cuando se trata de alguno de ellos. Esas que llevan y traen cuando es necesario. Esas que saben cuidarse unas a otras y, por supuesto, a ese hombre que tienen en común.

Las lágrimas se agolpan en sus ojos al pensar que ellas siempre buscan cualquier escusa para tenerse cerca unas a otras. Hablando, riendo escandalosamente. Tratándose con un amor propio de una familia unida. Bromeando con cosas que a él apenas le interesan. Apenas forma parte de eso, pero es feliz. Ve el amor que hay. Ve que no solo están unidas por la sangre. Que disfrutan de su compañía y eso les hace fuertes. ¡Que orgulloso esta de ellas!

Esas cinco mujeres son quienes le protegen y su lado él se siente fuerte por que son ellas. Ellas le dan la vida.

Que bonito es tener una familia.
Que bonito es sentirse cómodo con ella.
Que bonito es no necesitar razones para estar con esas personas.
Que bonito es saber que forman parte de ti, igual que tu formas parte de ellas.


A mi abuelo, a mi abuela, a mi tía, a mi madre y a mi prima

miércoles, 27 de julio de 2011

Sumergida en el papel

Con la música puesta, aislada de los ruidos de la gran ciudad, voy andando por la Gran Vía. Camino tranquila. Disfrutando del sol veraniego, del buen humor de la gente, de las vacaciones...

De repente, un olor. Es seco, ligeramente ahumado, con un toque a madera.

Una sonrisa invade mi cara. Un olor que siempre hace que me sienta cómoda, que me sienta bien... Un olor que me recuerda el comienzo de mil historias. El olor de mi gran abstracción... Ese que se desprende al pasar las paginas de un libro.

Otro tipo de contenedor de mundos... Otra forma de contener historias...

Desde pequeña, los libros me han acojido muy bien entre sus páginas. Las horas pasaban de largo mientras yo, sin ser consciente de ellas, vivía historias... He viajado a través del tiempo, he vivido amores imposibles, he sido Reina de lugares en los que lo único irreal era la realidad...

Fantasías infinitas. Conocimientos en forma de letras, que según como estén ordenadas, te atrapan. Cuantas vidas, cuantas formas de expresarlas... Tantas formas de tranquilizar, asustar, emocionar... Cuantas frases, cuantas palabras...cuantas formas de describir un simple objeto... Cuanta sabiduría hay en los libros....



Al pasar por esa librería, al sentir ese olor tan familiar, me he dado cuenta que no hay mejor rincón que ese que se crea cuando lees un buen libro.

miércoles, 20 de julio de 2011

Inquietud...

Me han prevenido. Me han avisado. Tengo que tener cuidado... Una vez que sigues ese camino, es difícil volver, dice. Pero mientras me aconseja, veo su cara. No cambiaría su elección por nada. Sus ojos brillan animándome. Diciéndome que si pudiera, repetiría el mismo camino que tomó. Que ese gusanillo que le hizo cojer su mochila e irse, aún sigue vivo en su estomago. Ese gusanillo que reconoce en mi voz.

Escuchar, saborear, observar, oler, sentir... Ansia por ampliar el significado de "alrededor", por comprobar el sabor de las vivencias. Ser consciente que los límites de mi vida, sólo los pongo yo.

Creo que, sin darme cuenta, hace tiempo que empecé a caminar en esa dirección...

martes, 21 de junio de 2011

El viaje

Paso a paso. Sin prisa pero sin pausa. Con su mochila a cuestas, como un caracol lleva su casa, va andando. Irá donde sus pies lo lleven. No tiene nada que perder... Las pocas cosas que lo retenían, allá de donde viene, van desapareciendo con cada kilómetro andado... Con cada paso, va aprendiendo a dejar atrás su pasado. Qué importa si supo solucionarlo pero no lo hizo. Qué importa si no pudo hacerlo. Ahora hay algo que él sabe. Algo que le hace mirar hacia delante. Sabe que lo primero es él. No será capaz de nada si no se encuentra a si mismo, si no aprende que es lo que le hace querer vivir. Necesita escucharse a sí mismo. Sabe que este viaje le abrirá las puertas de su interior. Aquí empieza.

No hay límite en su caminata. No hay pasado. No hay futuro. Él frente a la vida. La tierra gira bajo sus pies y no quiere detenerla. Quiere unirse al movimiento de la naturaleza y sentirse tan vivo como el mundo. No importa lo que se encuentre durante el trayecto por que no hay nada mas importante que el propio trayecto. Poco a poco volverá a formar los cimientos de su vida que hace poco se desmoronaron sobre él.

Lejos de todo, pero conectado con la vida. Saboreando su soledad y comprendiendo su necesidad de ella. Él,  dueño de si mismo.

No hay final en esta historia, solo principio. El camino determinará como acaba, pero ahora, solo el presente.

martes, 7 de junio de 2011

No me he olvidado

Lo siento si tengo el blog un poquito abandonado!
No es que, ultimamente, no vea rincones, sino que me estoy encontrando muchos y necesito vivirlos intensamente y concentrarme en ellos para poder describirlos! :)

viernes, 15 de abril de 2011

Piel, hueso y corazón.

Otro continente, otro clima, otra gente. Otro lugar. Un sitio ajeno a mi cultura, a mi vida, a mí, sin embargo me sentí tan cómoda como si estuviera en familia.

No cruzamos ni una palabra. De nada servía por que no entendíamos las lenguas. Ellas me miraron, vieron mi sonrisa y me pusieron sus collares. Agarre fuerte las manos que me unían a su cultura y salté con ellas. Bailé y reí. Las diferencias dejaron de existir. éramos seres humanos disfrutando de una misma energía. la misma que nos corría por las venas. Esa que nos hace tal y como somos.

Diferentes colores, diferentes rasgos, diferentes vidas, pero la base es la misma. Dos ojos, dos orejas, una nariz, una boca, amor, envidia, odio, placer, felicidad, decepción...

Compartimos algo. Somos de la misma especie. Estamos hechos de la misma materia. Esa que hace que sintamos, que seamos seres humanos.

Por que buscar diferencias cuando hay tantas similitudes.

El significado de una mirada no cambia por los rasgos de los ojos.

jueves, 31 de marzo de 2011

Tarde de abril.

La escasa luz de la tarde se reflejaba en los charcos. Suave olor a arena mojada. Movimiento en las copas de los árboles. Ese ruido que te mece...

No quedaba nadie. Solo ella.

Sentada en un banco, las gotas de lluvia refrescaban su piel cálida. El pelo mojado se le pegaba al cuello y al rostro. La camiseta se transparentaba un poco y los vaqueros, empapados, ya no se veían claros. Sus pies estaban calados dentro de los zapatos, pero no era desagradable.

Con la mano, se apartó el pelo de la cara. Alzó los ojos negros, profundos, y lentamente, sus labios formaron una sonrisa...

sábado, 12 de marzo de 2011

Contenedor de mundos

Abro bien los ojos, agudizo mis sentidos, respiro profundamente y me preparo.

Aquí estoy. En ese lugar en el que el tiempo pierde su sentido. En el que se pueden comprender experiencias que aun no has vivido. Donde puedo crear y destruir, hacer y deshacer, ser o interpretar... Donde puedo percibir mejor las sensaciones de los que tengo al lado. Donde más viva me siento.

Contenedor de mundos. No hay límites. Todo puede ocurrir. Lo real y lo irreal se funden. La linea que lo separa se disuelve. El público sale de su mundo para meterse en otro, cualquiera que se haya propuesto. Aquí las ilusiones cobran vida.

Me encuentro en ese lugar en el que solo hay que abrir la mente y dejarse llevar. Hay tantas posibilidades... Los esquemas del universo pueden romperse. Puedes sentir reales cosas que no existen. Las palabras no bastan para definir este lugar infinito.

El calor de los focos, el olor a escenario, el silencio que viene antes de una función, los nervios que te acarician el estómago. Euforia, responsabilidad, emoción, libertad y control. Mezcla adictiva. Llena de ganas, de energía, de vida, abro bien los ojos, agudizo mis sentidos, respiro profundamente y me preparo. Empieza el espectáculo.

lunes, 28 de febrero de 2011

Motivos suficientes.

Izan. Un año y unos meses. Un niño alegre de ojos curiosos, pestañas largas y manos grandes para su tamaño. Esa tarde mi hermano necesitaba que cuidara de su hijo.

Me pasaría horas observándole. Es pequeño aún, pero muy inteligente. Sabe como llamar la atención y como conseguir las cosas que quiere. Se da cuenta del cambio que hay en mi mirada cuando llora. Es un llanto limpio. No arrastra nada. Es diferente al de las personas cuando dejan de ser niños...

También la forma de reír cambia al crecer. Cuando somos niños, reímos mucho mas. Al hacernos mayores nos acostumbramos a las cosas que nos  gustan y dejan de hacernos ilusión. Nos preocupamos por controlar el llanto y, por costumbre, lo hacemos con la risa.

Cuando escucho la risa de mi sobrino, escucho vida. Felicidad sincera y real. Olvida lo que le ha hecho llorar. Sonríe al ver la belleza del cielo, la gracia de los saltitos de un pájaro o la gota de rocío sobre el pétalo de una flor. Ríe con los colores que hay en los días soleados o  con la lluvia que cae en los charcos, con los dibujos que hacen las hojas muertas al caer del árbol en otoño, con el vuelo de las mariposas en primavera, con el movimiento que tiene el césped cuando sopla el viento de la mañana...

Esos detalles existen también en nuestras vidas. Vidas de adultos. ¿Porqué no nos paramos a disfrutar de ellos? No es que dejen de gustarnos, es que ya no nos parecen importantes. No nos hacen ilusión y dejamos de prestarles atención, pero esos detalles hacen que el mundo tome forma. Se nos olvida que esos movimientos, casi imperceptibles, de la tierra tenían un poder muy grande sobre nosotros. Cuando éramos niños, nos hacían sonreír.

Pero esa capacidad de disfrutar, sigue existiendo en nosotros. Esa capacidad de ser feliz de forma sincera, simplemente por escuchar como cae la lluvia o ver el color que pinta el cielo al atardecer. Esa capacidad de ilusionarnos con las cosas que ocurren cada día. Los años son solo una forma de contar el tiempo. Sigo siento la niña rubia de ojos grandes que era. Dentro de mí sigue existiendo esa ilusión infantil que, no solo provocaba mis sonrisas, sino las de los que me observaban. Ahora tengo otro cuerpo y mas motivos. Tengo un conocimiento real de lo que importan las cosas. Una conciencia de su valor.

Miro a Izan y sonrío. Su existencia me hace feliz. Este niño que apenas habla, hace que me de cuenta que yo también fui como él. Así que no puedo hacer más que abrazarle y agradecerle entre besos, su forma de enseñarme. Su forma de hacer que busque en mi interior y encuentre, en un lugar menos escondido de lo que pensaba, esa forma de disfrutar de las cosas pequeñas. Esas que, en un mundo de adultos, parecen invisibles.

lunes, 7 de febrero de 2011

Silencio compartido

Sudadera de mi padre, vaqueros anchos, abrigo negro, deportivas cómodas (mis favoritas), pañuelo en el cuello y mi mochila, como siempre, llena hasta arriba. El barrio gótico, el mercado de la Boquería, la Sagrada Familia, el parque Güell, dejar que los pies me lleven sin hacer mucho caso a la cabeza... Así se presentaba el fin de semana.

Ruido, belleza, calles, cansancio, gente, sol, intimidad, aprendizaje, silencio...

Con mis ganas de conocer Barcelona casi satisfechas, me paseaba por la ultima parada de mi viaje, disfrutando del paisaje. Había muchos turistas pero, al fin y al cabo, yo era una más. Estaba cansada de andar pero quería sentarme en un sitio mas tranquilo así que seguí subiendo y bajando las cuestas. En una de las bajadas, vi a un chico que observaba atentamente las vistas de la ciudad. Estaba sentado y entre sus manos tenia un bolígrafo y una imagen que plasmaba lo que veía. Tenia expuestos sus dibujos pero en vez de pararme a mirarlos, me senté cerca sin pensarlo.

En medio de la soledad apacible en la que me encontré ese fin de semana, también tuve compañía.

Cuando me senté cerca del dibujante me dí cuenta de por qué había elegido ese lugar. Estaba solo. Quise acompañarlo, quise que me acompañara. Compartir, en silencio, el tiempo que transcurría. El se fundía con su pintura. Yo disfrutaba del sol y de la grandeza de una ciudad tan bonita. Alguna foto, algún pensamiento que escribir, pero no había necesidad de palabras. Era algo perceptible.

El reflejo del sol en el tejado de enfrente iba cambiando poco a poco. A ratos se escuchaba música. La gente se paraba a mirar sus dibujos y continuaban su camino. Pasó mucho tiempo. Tiempo que nos acercaba. El silencio que compartíamos nos unía. Sin darnos cuenta formábamos parte de una imagen. Del paisaje. De esa ciudad. Daba igual de donde viniésemos cada uno. Allí estábamos.

Él rompió el silencio que al principio había sido suficiente. Ese silencio que era agradable pero parecía inquebrantable. Y así, sin más, surgió la conversación. El tiempo de compañía había hecho que tomáramos confianza. Que hablar con ese chico, del que nada sabia, fuese muy fácil. Tanto, que me resultaba difícil dejar de explicarle mis pensamientos, mi forma de ver la vida... No sólo fue sencillo y cómodo, fue tan agradable que dejó una sonrisa en mi cara el resto del día. Estábamos conectados sin haberlo provocado de alguna forma.

Toda experiencia que vivimos tiene un mínimo de acción sobre nosotros, pero nos cerramos. Nos cerramos a vivir. Pasamos por la vida centrados solo en nuestras cosas, sin pararnos a mirar que es lo que nos puede ofrecer cada momento. En ese parque, en ese momento, viví algo especial. Algo diferente. Algo que hizo que acabara mi fin de semana con una gran sensación de felicidad. Algo que ha hecho que cuando piense en Barcelona, recuerde lo bonito que es abrirse a la vida.

sábado, 22 de enero de 2011

Música en la ciudad.

Tarde de domingo. Demasiado soleada para ser Enero. Un día precioso para pasear por la parte de Madrid que mas me gusta. La Plaza de Oriente.

Turistas, familias, parejas de todas las edades...Todo el mundo sale a disfrutar de la ciudad, de la temperatura, del sol.

Comiéndome una mandarina mientras caminaba, con su sabor fresquito que iba perféctamente con el día, escuché una música y me acerqué al grupo de donde parecía venir. Un chico. Un chico joven con un arpa eléctrica. Sonaba genial, tanto que decidí que lo mejor que podía hacer era quedarme a escuchar ese concierto. Me senté en el suelo, justo enfrente del artista para poder observarle bien. Había puesto una alfombra roja circular y estaba a los pies del Palacio Real. Era una imagen preciosa.

Mientras escuchaba, vi como reaccionaban las personas. Primero se acercaban con curiosidad y luego sus expresiones cambiaban. Cuando acababan por alejarse, todos lo hacían sonriendo.Todos entendían y aceptaban, con mucho respeto, el regalo que el artista nos hacia. Tocaba para todas las personas que estuviesen dispuestas a escuchar. Nos daba algo que no solemos tener. Nos daba una parte de su alma. Ese alma que necesita salir fuera, en este caso, en forma de música. Hacia que las personas que escuchábamos nos sintiésemos cómplices de lo que ocurría en ese momento. Nos estaba dando a conocer una parte suya. Se desnudaba, quitándose la piel para vestirse, solamente, con su música.

Fue un rato precioso. Nos hizo entender la importancia que tiene la música para él.

No creo que el músico tuviera intención de recibir nada, pero allí hubo un intercambio. Ese chico también se fue contento. Se llevó nuestras sonrisas y la satisfacción de provocarlas haciendo lo que realmente le gusta hacer.

La ciudad (y la vida) se disfruta más cuando hay alguien que la embellece haciendo música en sus calles.

jueves, 13 de enero de 2011

Ayuda gratuita

Mientras tomo algo en la cafetería del conservatorio(en uno de los pocos momentos que tengo en mi día para sentarme y descansar), veo algo bonito que me hace recordar. Una niña, de unos nueve o diez años, haciendo los deberes con su madre al lado.

Directamente viajo a mi pasado, pero esta vez tengo otra perspectiva.

Cuando esa niña era yo y mis padres me ayudaban con los deberes, me traían y me llevaban, no tenia conciencia del esfuerzo que hacían por mi. Me limitaba a hacer el mío propio (que no era moco de pavo): ir al colegio, adelantar deberes, salir corriendo, llegar al conservatorío y meterme allí toda la tarde, aprender a bailar, volver a casa y seguir con las tareas para después, por fin, caer rendida en la cama. Pero con esa edad, nunca me paré a pensar que no era yo la única persona que vivía mi vida.

Mis padres,sobre todo mi madre(que en esa época no trabajaba) vivía mi vida casi mas inténsamente que yo. ¡Cuanto me ayudaron! Se adaptaron complétamente a mi. Su vida era yo. Nunca dudaban. Si yo estaba segura de lo que quería, se esforzaban casi tanto como yo para que mi vida tomara la forma que elegia.

Nunca fui una niña consentida. Ellos me enseñaron bien las diferencias entre los caprichos y las cosas importantes. A pensar por mi misma. A saber que es lo que quiero y a luchar por ello. A disfrutar de lo que hago y a darme cuenta de lo afortunada que soy por lo tengo y por las cosas que he conseguido. Me enseñaron a vivir. A ser la persona que soy ahora.

Era una niña curiosa y cuando preguntaba,solían decirme: "lo entenderás cuando seas mayor". Odiaba esa frase, pero ahora comprendo. Sin ellos y sin ese desarrollo no me habría sido posible hacer muchas de las cosas que eran y son, todavía, importantes en mi vida . Soy feliz y la mayor parte de la culpa es suya. De unas personas anónimas para el mundo pero importantísimas para mi.

Los hijos solemos andar siempre con quejas y exigencias y no nos acordamos de esas personas que, por encima de todo, nos han criado sin pedir nada a cambio. Así que, hoy me toca a mi pensar en ellos y darles las gracias no solo por darme la vida, sino también por enseñarme a utilizarla.

miércoles, 5 de enero de 2011

La Estación


Idas, venidas, encuentros, despedidas, ilusiones, rupturas, nostalgia, comienzos… Vidas que se cruzan. Caminos que empiezan, caminos que se acaban. Vidas empaquetadas en mochilas llenas, hasta el límite, de vida. Momentos de espera. Familia, pareja, amigos…

Personas. Viajes.

Ilusión por llegar a estar con gente que no puedes meter en tu mochila. Gente que forma parte de cada uno y que, aunque no puedes llevarla contigo, permanece en tu vida por muy lejos que sea el destino al que te dirijas.

Cada cual con un motivo diferente pero siempre se pasa por la estación.

Momentos fugaces en los que ocurren cosas especiales. Difíciles de olvidar. Un lugar en el que se percibe una energía ansiosa, ilusionada, triste… Esa tristeza de despedirse de alguien, pero la satisfacción de que ese encuentro haya sucedido.

Sentada en el suelo, con la espalda en la pared y mi mochila, en la que llevo mi vida empaquetada, a mi lado, observo. Veo que una estación es un sitio mucho más importante que simplemente un lugar de paso. Eso uno de esos rincones en los que te puedes empapar de sensaciones. Sensaciones creadas por el ser humano.

Al pasar por allí y vivir algo que nos hará recordar, dejamos una pequeña parte de nosotros. Y esa parte que dejamos allí, se completa al llevarnos un poquito de esa estación en nuestro corazón.

sábado, 1 de enero de 2011

Un grito cargado de vida

La luz se intensifica. Casi se puede oler el final. Como cuando siento que algo se acaba y quiero captar el momento exacto, con todas las sensaciones que lo acompañan, para retenerlo en la memoria y que no sea un simple recuerdo, sino algo que vive cada vez que aparece en mi mente. Unos segundos más y la luz cambia. Adquiere un tono más oscuro. El de la ausencia del sol. El color de la noche.

Es ese momento.

Si me paro a escuchar, si me paro a observar, si me paro a sentir, me doy cuenta que el mundo también se para. Es solo un instante pero es suficiente para que haya un cambio. Un final para un principio. Una unión . El momento en que el mundo libera, de una forma mas perceptible, la energía que acumula durante el día. Una energía que hace que me sienta viva. Parte de ese ciclo que empieza y acaba.

Como un grito que guarda recuerdos. Tristes, alegres, rabiosos... Un grito que acumula experiencias que con colores, imágenes, olores, sensaciones, sentimientos...han ido formando una vida. Un grito que es una descarga de toda la belleza del día. Una exposición de todo su esplendor que, al final, desemboca en otro tipo de belleza. El día acaba y con él, empieza la noche.

Un momento eterno pero fugaz. Eterno porque queda tal cual en la memoria sensitiva, pero irrepetible. Irrepetible porque por muchos soles que se pongan, por muchos días que acaben o por muchas noches que comiencen, nunca volverá a ocurrir un atardecer igual y yo no podré volver a sentirlo de la misma manera por que formo parte de ese instante. Mañana será diferente por que, como un atardecer, yo soy vida.