martes, 8 de octubre de 2013

Desnuda

A veces ocurre, que toda la seguridad que has llegado a construir al rededor de tu persona, desaparece en un momento.
Esa ropa que te has tejido con tus propias virtudes, pasiones y alegrías se cae al suelo. Se escurre por tu cuerpo y quedas desnuda. Desnuda ante la vida, y lo que es peor, ante ti misma.

Esos pequeños miedos que escondías, inconscientemente, entre las telas que te cubrían, quedan expuestos. Y sientes que gritan, no puedes dejar de escucharlos.
Débil, temblorosa y con pánico a caer en ellos te das cuenta que el abismo que te producía ese vértigo horrible, nunca ha desaparecido de tu vida. Estaba ahí cada segundo. A tu lado. Sólo habías conseguido olvidarte de él y creer que había dejado de existir. Pero no.

Aún que parezca increíble, ese abismo que nos acompaña en todo momento, es lo que nos motiva y nos da fuerzas para no caer. Es nuestro enemigo el que consigue que nos desarrollemos. No es una guerra constante, es una pequeña batalla. La del aprendizaje. La de la aceptación. Es nuestra y viene de dentro, no del exterior.
No consiste en ganar o en  poseer algo, consiste en analizarla y entenderla para conseguir que nunca se lleve a cabo.

Que caigan las telas que ocultan nuestros miedos, no quiere decir que nosotros hayamos caído también.



Para mi pequeña yaya.